Te llamo en la lejanía, desde el corazón sin latidos, hasta el suave y cálido rincón de tu cama; te estoy llamando y ya no con palabras sino con el pensamiento, que ojalá y el viento, te acerque a mí o que me lleve donde estés ; ahí acostada.
Te llamo igual, en el horizonte cada mañana, con el mágico amanecer supremo, en la verde montaña ; con el despertar de las aves y el resplandor del sol, que se posa en tu ventana.
Y cuando te acerques a tu puerta sentirás, que el suspiro mío, es una brisa singular, que desde lo alto del azul del cielo desea ingresar, para abrazarse contigo en tu aposento letal.
Te llamo culpando al tiempo, culpando al destino, que a destiempo me puso en tu camino; y a pesar que te llame con toda el alma no estarás conmigo.
Te llamo y no me escucharás, y aquí en este lugar, solo como siempre seguiré. Te llamo y ni si quiera lo sabes, así pasen los siglos, estarás presente en mis latidos, siempre grabada en el corazón, tú seguirás.
Te llamo más la muerte me alcanzará, pero no sabrás, que tu nombre a los cielos grises clamé, y no lograste escuchar.
Y mi amor no llegó a verse contigo, que imaginé estando a tu lado, por eso te llamé porque sentí un vacío extremo en mi vida, y quise tenerte a mi lado, te llamé y sin embargo, más lejana estás de mí.
Te llamé mil veces y mil veces más, desde mi lecho sombrío, hacia el paraíso verde donde tú estás; pero nunca lo sabrás.
Te amé en mis sueños que no quise despertar, porque no quería acabar ese instante mágico en que creí estar a tu lado. Así como un loco enamorado te llamé; para sentirte, por desearte, por quererte, para un momento tenerte.
Te llamé; con todo el amor, con toda la pasión de mi alma y de mi ser; te llamé con el corazón lleno de frío, con el corazón que te ama, y no estarás conmigo.
Te llamé; y no quiero culpar a la distancia, ni al camino, ni al tiempo infinito, que hizo aferrarme ciegamente a tu amor, por este tardío destino que te trajo a mi vida, hizo que consiga que te adore todo un siglo, ahora cómo olvidarte, si mañana no estarás conmigo.
Perdóname tú; por escribirte desesperadamente así, me cruce contigo y no pensé quererte. Si Dios hace el destino, entonces también hizo ¡que te quiera a ti!