Si la vida me vence,
que muera mi voz sobre el mañana,
que vuelen mis ojos sobre las cumbres
y vean cómo mis palabras
retumban donde nadie habla.
Pero que mi alma no muera,
que persista más allá del olvido,
allí donde creía que su latir
jamás se esucharía.
Si en este instante su eco cesara,
llevadme solo donde el silencio
leyese mi elegía.
Que me velen los altos montes
si comprenden lo que mis suspiros
pronuncian entre lágrimas calladas,
que me lleve el viento entre las nubes
si él solo ve la libertad que tanto ansío
donde otros dibujan mi cárcel.
Busco de nuevo ver la luz de su mirada
donde ahora veo temblar los ángeles.
Que mi camino converja en el nacer
de su crepúsculo,
quiero ver el alba desde cerca
como una mezcla de colores cálidos
donde solo existen sus ojos.
¡Llevadme, llevadme con ella!
Si la vida me vence,
llevadme con ella.
Quiero ver mi alma volando
sobre la sierra,
quiero sentir el frío invierno
y no mi llanto desolado
gritando el nombre de quien le aventa.
Que mi cuerpo sean cenizas
y se esparzan sobre los valles,
que caigan sobre los ríos
y sus aguas me socaven.
Pero que mi alma no muera,
si la vida me vence,
que mi alma no muera.
Entre las flores se fue una diosa
y decidí quedarme con su ausencia,
el jardín es la crueldad de un fuego
que sin razón me veja.
Entre mis manos tengo el corazón
que mi garganta aprieta,
no seré yo más que otro títere
del cuartel que me aprisiona,
como una loca sin coraza
ante la condena que le abate.
Si nadie entiende la incomprensión
que me viste,
que el silencio lea mi elegía.
Si la vida consigue vencerme,
que muera yo, pero mi alma persista.