Primeros días,
de la luz que proyecta la sombra
en el encuentro del cuerpo hasta que se hace tarde,
índice hecho trizas,
remojado en tinteros de culpa,
negra señal sobre el alma, agotamiento del indulto,
destrozo de martillos arrojados sobre sentencias,
fragilidad que tiembla en las brasas del mundo,
fuego que recorre corredores de lágrimas que se arden
sin poder soportar su andar despedazado,
recorridos en penumbras que despiertan
candilejas sin luz en la noche de su angustia,
palabras de piedras sobre teatros pretendiendo hacer fuego,
imperiosa necesidad de atarlas a la garganta
donde la noche es la voz clara de las ausencias,
grito encorvado que el cansancio inclina
oculto en los ocasos,
consonantes para la noche y el desierto
evocación para el sin sosiego
ventanas de ojos nublos por donde el ser desaparece,
erial de memorias.
A medio día,
amanezco con la carcajada de la noche clavada en mi costado,
algo de mí parece verdad hallado en medio de los escenarios
donde encontraremos la certidumbre para no negarnos a nosotros mismos,
tras los telones dejaré lo que he sabido
En los últimos días,
serás una llave con alma que abre las puertas de la sangre a los temidos e indescriptibles mundos, no lo sabrás porque tus ojos tienen cerraduras, no importa que no me ames o me ignores, te he devorado, lo único que te queda es un torcido grito encorvado que nadie podrá amarrar, se nace para morir entre parlamentos de polvo, yo dejaré mis manos de lluvia sobre tu tierra, no estaré más, partiré a la memoria de alguien.