Te dediqué mi vida. Tantas veces en tu mirar me reflejé. Las horas, los días: El año terminaba e iniciaba tu nombre, como el círculo de un mar congelado. Pero más que frío eras llama petrificada, llama hecha follaje y ruinas. Y en esas ruinas resurgía el amor y la plenitud. El páramo verde de tu boca, el tiempo infinito sobre el horizonte. En tu cuerpo siempre, siempre, caí rendido. Como el silencio se prolonga en la penumbra. Y en el último instante, nos entregamos:yo te dí la sangre y tu el recuerdo. Una franja de lluvia, un baño de luz en el centro de tu ser. La flecha de esta herida, no sana, pero el giro del tiempo quizá la pueda contener.