Seguramente era inevitable que te fueras
así, en pasos lentos, como se deshace la tarde
pasando de sombra a realidad y luego a nada
quedando la pregunta de qué eres tu y qué soy yo.
Me parece que no es la primera vez que partes
que en realidad naces y mueres muchas veces
pero sólo botas la piel y vuelves a quedar conmigo,
enrollada y silenciosa en el fondo oscuro de mi alma.
Y yo sigo asomado por estos cristales negros
convencido que en realidad mientes tu muerte
que vas por mi tiempo, sutil sombra transparente
ser de rapiña que espera verme caer definitivamente.
Haz batallado sin éxito por volverme tu
porque en una de tantas me de por vencido
que renuncie a la vida que yo se que tengo
y siga tus falsas promesas del desierto.
Aquí estoy como una imperceptible luz azul
esparcido en gotas luminosas en la sombra
palpitando en medio de tu negrura sin fin
sobreviviendo una vez más a mi propia muerte.
Me queda claro que en realidad no haz muerto
que mientes, que siempre finges que falleces
con tu vieja estrategia que parezca que no existes
y tu lenguaje inmenso de un interminable silencio.
Que ambos vivimos aparte, que somos diferentes
aunque andes entre mi piel y mis pensamientos
que cuando me vaya me soltarán tus garras de sombra
y yo volveré solo y libre a la luz que pertenezco.