Hay arañas tejiendo telas en mi cerebro
para que todos los malos recuerdos
queden atrapados y no exista marcha atrás.
Una vez llegados a este punto de mi invierno
en el que mi cabeza es el averno,
el elefante del miedo dispara ansiedad.
Se balancea sobre cada hilera enfermo
de dotes de un equilibrista experto
con el fin de destruirme e impedirme volar.
Tras meses de sequía viviendo en el infierno
no habrá araña ni elefante en mi cuerpo,
vendrán precipitaciones a arrastrar el mal.
Al fin lluvia torrencial.