Ay, que tardes, hermosa…
Ay, ¡qué noches más tristes!
Mis ojos son como un pueblito lejano
a donde solo llegan novias a morir…
Nunca estuve tan grave;
¡hay olor a rosas abiertas!;
hay una alborada…
chapada de luna y melancolía.
Ay, el alma escucha campanas
y cuenta palomas de niebla;
el sentimiento me reboza
como un caserío
verde junto a las nubes;
¡ay!, y no se alivia mi pecho
enamorado de ti
como mil jaras sedientas.
¡Ay, no me moja tu río!,
¡qué distante está!,
de mis inquietas lagunas,
de mis estatuas de sal...
Ah, y la lluvia temprana de tu beso
fresco, limpio, dulce –que sana-,
ay, cómo la quiero, sabes,
fluyendo dentro de mí.