A medida que se hacían,
más y más anormales,
tu fuerza hinchada...
hacia crecer tu valentía,
pero las viejas y dañadas células,
sobrevivían, cuando deberían morir.
Y las nuevas sin ser necesarias,
se iban creando.
En un proceso terriblemente ordenado
todo se iba descontrolando...
y en tu mente arrebolada
crecía la desazón.
Tus lagrimas de miedo,
empapaban el mar,
apagando las hogueras de los días alegres,
destilando el ópalo nocturno de tu cuerpo,
y tu tristeza se hizo una gasa azul llena de cuarzo,
un vidrio roto entre los vientos,
una estrella mojada por la luz lejana
y dormías a la sombra de tus candelas más hondas,
en el rescoldo de tu piel aterida,
con el pelo suelto en el universo
y tu pena sobre la almohada.
P.M Pedro Monroy Gemio