Miel se asoma con cara de inocencia
después de cometer su travesura.
Olvidada de la última advertencia
retorna infatigable a la aventura.
Me muestra una pelota entre sus dientes
y empieza una frenética carrera,
con fintas y rebotes recurrentes,
se frena, me provoca, hasta me espera.
Sus orejas se agitan contra el viento
y es su cola un meneo jubiloso.
Agotada por tanto movimiento
retorna en busca de agua y de reposo.
Dormida está a mis pies (un ojo abierto)
mientras busco una rima, a ver si acierto.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.