Se mostró medio desencontrado,
incrustaba caminatas al asfalto,
sorprendíase de aquel resultado,
de lo contradictorio del asalto.
Una y otra vez se preguntaba
que o quién lo había intervenido,
matemáticamente no tenía sentido,
ser tan concluyente lo remataba.
¿Él? No creo, siempre está ocupado
pero su omnipresencia hace de todo;
entonces una duda le ha generado,
debiendo cuidar los actos y su modo.
¿Sumos de la mitología griega afanosa?
Fortuna, su palma de caricia azarosa.
¿O autoría de una deidad japonesa?
Bishamonten, superior dador de riqueza.
¿Algún advertido? Podría ser ninguno,
es demasiada coincidencia a su gusto;
igual no descarta una mano pasajera
que haya jugado afortunada la ruleta.
¿Y si no fue nada? ¿Si solo triunfó?
Revisa la tabla periódica negra,
no hay elemento químico tan noble
que permita una combinación íntegra.
No va a seguir pergeñando datos,
se pudo lograr y, para festejarlo,
brindó lágrimas en brazos de la gloria.
Ironía fracasar él, había sido victoria.