La manzana nos esperaba
colgada de la rama,
la tarde ardia
Ella y yo caminábamos
sudando deseos,
ella y yo nos mirábamos
los ojos ardían...
aquella tarde cortamos
y comimos la mas dulce manzana,
desde entonces
ella y yo somos una historia
que se multiplica en los hijos.
Ella y yo estamos envejeciendo
pero en nuestro patio
tenemos un manzano
que siempre nos regala
una manzana
Ella y yo seguimos caminando
aunque la tarde no arda como aquella
pero nos encanta recordarla
riendo cuando los nietos
nos ven tomados de la mano
frente al manzano.