Tengo el vicio maldito de adorarte
como droga que causa gran locura;
sin poder encontrar alguna cura
que pudiera del alma desterrarte.
Por las noches comienzo a recordarte
y me pongo a pensar con amargura,
como puedo lograr que mi cordura
alcanzara la dicha de olvidarte.
De mujeres sensuales y candentes
he bebido las mieles de su vino;
sin que calme mis ansias vehementes
pues parece que tú eras mi destino;
y tus formas exóticas y ardientes
como antorchas alumbran mi camino.
Autor: Aníbal Rodríguez.