De vez en cuando vuelves de otra noche
a la noche esencial y primigenia.
Todo en silencio aguarda y tu sonrisa
florece hasta volverse margarita,
y se perfuma el aura que ventilas
con luz de clorofila en primavera,
porque apremia el cariño en la ventana,
el beso y una lágrima se asoma
translúcida, temblando en tus estrellas
como una estalactita diminuta
a punto de irisarse en mil cristales.
Y así, cuerdas adentro, suspirando
te quedas como novia que presiente
la entrada del cariño en su buhardilla.
¿Será algún rubio sol en la penumbra,
o un moro con las cejas golondrinas?
Miras el muelle azul con esperanza,
y el sendero se embriaga de alhucemas
con el eco de pasos que te invaden
se acercan y te cercan en su pausa,
pues la noche primera en esta noche
reconoce el trayecto hacia su estuario,
desdeñando el tictac de los relojes.