Sobre la rama del fornido laurel,
un mirlo canta; su desventurado
penar/ de vivir sobre suelo atado.
Sin poder volar sobre el cielo aquel.
Clavado lleva en el pecho la espina,
de la rosa que beso por la tarde/
lleva en su honor herida que arde,
por culpa de aquella joven tan fina.
Y con el ala rota se persigna.
Por el olvido quebrado, la rama
se mofa/ de la tristeza que clama,
al aceptar con desdén la consigna.
De que su cobija no sea su sombra,
si no la noche que se desvanece/
sobre el despertar del día que crece,
y en silencio de lágrimas lo nombra.
Ya no vuelve más su vista -su trino-
a volar sobre paisajes amarillos/
perdió la fuerza, le cantan los grillos/
su casa es el laurel… jamás el pino.