Cuando en la noche
todo gira y ennegrece,
te haces blanca de sombras,
te haces racimo de olores frescos.
El día se va despacio,
como no queriendo,
y tú, queriendo,
llegas para latirme,
para ser costado mio,
castillo mio.
Se me ahonda el pecho;
podría jurar que tus manos,
tocadas de universo,
pugnan por ser alas de mi boca.
Tu rostro, cincelado por la luna,
se me asoma a los ojos,
donde puedo verte,
si miro el agua
transformada en espejos.
Te vas arropando
dentro de los besos,
tejiendo el amor con olas,
que peinan de espuma azul,
tus cabellos tan negros.