El ave alegre hacia la cumbre vuela
con ansias sube, con el viento juega,
no hay una pena que a su ser le duela,
llegar al cielo, navegar sin vela,
cruzar el orbe es lo que al hado ruega.
El ave ingenua hacia su fin navega,
en su alma lleva su funesto sino,
se va volando por la agreste vega,
en pleno cielo, a su placer se entrega,
jamás se aparta de su buen camino.
Llegó el ocaso, con su ritmo vino,
abrió las fauces, la absorbió silente
y aquella tarde con su brillo fino
en un momento le asestó el destino
el duro golpe que marcó su frente.
Siniestra sombra oscureció el ambiente
cerrniose, en tanto, de la muerte el frío,
está el sendero ya sin luz, muriente,
es corto el tiempo desde la simiente
hasta el ocaso donde muere el día.