De un salto,
la noche sube
por mis ojos;
el brillo de la luna,
con su filo descalzo,
corta en dos mitades
los recuerdos,
una canción
se enciende
allá arriba,
bajo la piel
de los deseos.
Ahora, te paras
donde vivo,
arropada con
el calor de mil
momentos;
se abrazan las miradas
al reconstruirse,
y en tu rostro
de mujer
recién poblada,
florecen las caricias.
Doy diez pasos
dentro de tus manos,
anclando mis brazos
a tu cuerpo,
encendiendo
con un susurro
tus senos y tu oído;
esgrimo un verso,
dos, un libro entero;
tu voz me observa,
y en silencio
se dibujan besos.