- Por qué son cuatro y no tres los reyes, poeta?
Te miro en silencio, una pequeña sonrisa dibuja mi rostro, al percibir que acabas de notar tu pequeño error; uno de los cuatro no es un mago, pues no presenta ofrenda.
- Por qué estás tan seria, María? Acaso quieres escuchar el susurro de José? Qué es lo que tanto a él le preocupa? Y Jesús, tiene las manos escondidas, bien sujetas por las tuyas, como para evitar que se contaminen con las riquezas supérfluas del mundanal planeta. Y por qué el de piel oscura no está arrodillado como los demás, y no presenta su ofrenda, sino que, incluso pareciera, está esperando en actitud altanera? O será que es el último de la fila?
Veo que estás algo turbada, y tu mirada se vuelve taciturna, incluso noto algo de tristeza. Empiezas a describir los detalles del lienzo, y notas con presteza las penumbras y tinieblas, los contrastes y, de algunos trazos, su fría dureza. En eso das un paso atrás, como impulsada por un imán mágico, y nuevamente sonríes, con aquella sonrisa que sabe contagiar tu alegría tierna.
- Ellos brillan, poeta. Jesús y María, son la nueva luz a las tinieblas! Y los magos no han venido con ofrendas, han venido a ellos para recibir la luz que inundará el planeta. Incluso en el horizonte se vislumbra el inicio de una nueva era, con esa franja de luz que llenará de vida nuevamente a toda la naturaleza!
Te abrazas a mi, me besas tiernamente, y luego, siempre sonriendo me dices:
- Es Navidad, poeta amado, es un regalo de una luz de esperanza, para la humanidad entera....