Alberto Escobar

Me invades Satie

 

Satie me invade en estos instantes.
Me invaden sus excentricidades, que desconocía...
Me invaden los trinos que se elevan del teclado
para ir a varar a las playas solitarias de mi silencio.
Me dejo invadir por el recuerdo del flamenco hecho
cuerda tensada que poblaba las más de las tardes
compartidas con mi madre, al amor de la costura 
vespertina que precedía a la deliciosa cena, que 
quedó sin remedio apilada en el trastero de mi 
infancia, y precintada para su mudanza al mundo
de nunca jamás.


Las manías de Satie lo hacen único, tenía un piano  
para depositar las cartas, comía y cenaba en tres
minutos...

Toda esta supuesta locura se hace arena derramada
de las manos de la indiferencia cuando mis oídos,
presos como Ulises del canto de sirenas, se postran
de hinojos ante sus Gnosiennes y sus Gymnopedies.
Su Gnosienne número cinco me recuerda A Felipe
Campuzano, que bailaba como caballo andaluz sobre
su piano cuando mi amor por la música empezaba a
gestarse, la música de mis raices...