- Alguna vez armaste un pesebre, poeta?
Me preguntas traviesa, mientras caminamos de la mano, observando los adornos navideños de las calles y las tiendas. Mi mente vuela, y me trae recuerdos de mi infancia, dulces, tiernos recuerdos de épocas aquellas.
Ahí está papá, subido en una escalera, cortando una rama de ciprés, que será el arbolito navideño. Me veo ahora con mis hermanos, con canastas en mano, trepando las laderas, en busca de hierbas, pequeñas rocas, algunos cactus o pencas, tronquitos, hojas secas y el infaltable pasto que crece en las cercas. Luego con cartones, papeles, celofán, algodón y arena, dando rienda suelta a nuestra imaginación, instalamos la representación navideña. Papá coloca los focos, y prueba las luces navideñas (solamente tenemos un juego, de 25 foquitos de colores, que se prenden y apagan, y no entendemos cual es la magia que los gobierna).
El centro de toda la escena lo ocupa la sagrada familia. María y José, el asno y el buey, y paja en el lugar donde estará el niño en Nochebuena. La estrella sobre la chosita que alberga a la pareja, el camino con tres camellos, que representan a los magos (no hay presupuesto para mas imágenes, pero los camellos son suficientes). El algodón en el árbolito, semejando la nieve, y los adornos confeccionados a mano, y pintados con acuarelas.
Al término de la jornada, nos sentamos todos en derredor de nuestro pesebre, y cantamos villancicos, entre aplausos y risas, disfrutando de singular manera. Sabemos que hoy es Navidad, que hoy es Nochebuena, y que la magia del Señor, tocará nuestra puerta. Tendremos un regaló quizá, o una cena navideña, pero sobre todo estará presente, la unión de la familia entera...
- Poeta, estás llorando?
No lo he notado aún, pero una lagrima surca mi rostro, aunque sonrío para afuera. Los recuerdos en mi mente se agolpan y, desbordando mis sentimientos, se convierten en una imparable marea. Me abrazas, mientras musitas a mis oídos, con tu singular manera: Feliz Navidad poeta amado; y, deja que obre en ti, la magia navideña....