Esteban Mario Couceyro

-Él y él -Dialogo conmigo misma.

-Él y él -Dialogo conmigo misma.

 

Me ha dicho que hoy nos encontraremos, aparentemente al salir del trabajo.

Hace una semana me avisó y estoy angustiada, la incertidumbre y la culpa se mezcla con una incontenible ansiedad, que por momentos es alegría transformada en miedo y depresión.

Creo que ya lo sabe, que me encontraré con él.

Hace dos días, me llevó al instituto de belleza y su expresión la vi muy triste, derrotado.

Me dijo apenas estuve en el auto, - Espero que seas feliz, sabés que siempre te amo-

 

Que mal me sentí, tiene un amor que no comprendo, aunque lo siento…, lo amo tanto como a él, por el que tengo ese obsesivo deseo.

Casi como cuando lo conocí a él, hace treinta años, sentía esa necesidad imperiosa e insoportable de amarlo, era tan joven.

Luego el tiempo, la familia, ¡tantas cosas!, el amor se fue puliendo como esas piedras de río, quedando tan mínima como un grano de arena.

Pero ahí está ese grano que nos une, lo quiero quizá por costumbre…, una gran amistad en la que puedo confiar.

 

A él, lo conozco desde hace pocos años atrás, por un contacto en internet, ¿por qué habrá sido así?, los designios, la casualidad, vaya uno a saber.

Un hombre solitario, de dudosa historia, tanto como el nivel de vida, muy alto. Un hombre gris,  importante en lo suyo.

Desató en mi, esa piedad que tenemos las mujeres por los solitarios. De buen aspecto e infinita delicadeza de trato, sin dudas un hombre de mundo, se que me necesita, que soy su ancla al mundo real.

Al poco tiempo, se gestó en mi una obsesión irrefrenable, con un enamoramiento de adolescente, que solo es frenado por el miedo, a lo desconocido y a la perdida de todo lo bueno que tengo.

Debo vestirme, sin ser obvia ante él, no deseo lastimarlo.

Comienzo por el mejor conjunto, que compre para esta ocasión. El temor es que le parezca demasiado osado y muestre una imagen que no pretendo.

Temo verme en el espejo, pues siempre observo mis zonas erróneas y eso me deprime.

Un pantalón y blusa con saco es lo mejor, veré los zapatos y cartera, pero no tengo muchas opciones al respecto.

El maquillaje, apenas discreto, prefiero que me vea natural, apuesto todo a mis ojos y su caballerosidad.

Se hizo la hora, él está dispuesto, en el auto para llevarme, como lo hace a diario.

¡Vamos! me dice, con una sonrisa, que no miro, solo miro al frente, siento su mirada recorriéndome y me siento muy mal.

Hicimos el corto viaje en absoluto silencio, yo tomando la cartera como si tomara la vida. En ella cargué mis documentos, incluido el pasaporte, perfume una bombacha, pañuelos y preservativos, una nunca sabe, por lo despistado que son los hombres. El teléfono y algo de dinero.

Lo del dinero, me lo dijo él, antes de salir…, me sorprendió pero no atiné repreguntar el por qué de esa indicación. Finalmente me recordó que llevase el celular, por si necesitaba algo.

Unas cuadras antes, le pido a él, que me deje pues deseo caminar y que no me vaya a buscar a menos que le avise, por que posiblemente tendríamos una reunión de trabajo.

 

Nos despedimos sin mirarnos y quedé en la vereda, sola viendo como el auto se alejaba de mi.

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¡Hola, me pasás a buscar!…

¿A dónde?

Donde siempre...