Nuestros cálidos labios, mejor callan,
para dejar hablar cómodamente
a nuestros jóvenes cuerpos, que se sienten
unidos en erótica batalla.
Nuestras ávidas manos, como ensayan
mil caricias que se dan tímidamente,
y nuestros cuerpos, en ardor creciente
al unísono frenéticos estallan.
Y al cesar los eróticos gemidos,
quisiera al contemplarte así, extasiado,
unir a mis latidos tus latidos.
Y hay en mi vida dos nuevas alegrías:
el contemplar tu rostro enamorado,
y el sublime placer de hacerte mía.