El dolor, con toda su intensidad inaguantable,
permanecía incólume en la puerta del palacio.
El viento planeaba junto a las aves
que no durmieron,
intentando comprender los
sentimientos del pueblo pobre.
Desfallecidos obreros que buscaban ilusiones
cavando flores frente a las
iglesias con el cansancio de los pies
y el alma rota.
Pero como una maldición apocalíptica,
la rampante miseria era alimentada
solo por las nubes grises que arrojaban espantosos
truenos y destemplados relámpagos.