Al perder su vida fue la victoria
¡Qué bendita epopeya meritoria!
En su cuerpo las marcas del suplicio,
sangraban el tronco del sacrificio;
sin aliento, sin algún beneficio.
Por orden, supo cumplir el oficio.
Oh, Dios, ¡cuánto infortunio recogiste
y por amor a los tuyos sufriste!
¿Hallaremos obra satisfactoria?
Bajaste para nuestro beneficio,
desde la cruz, la culpa detuviste.