Un café amargo,
tres muertos colgando
no sé cómo ahí pararon,
tal vez mi fuerza los acabo
o fue mi ingenio el que los derroco.
Huele a demonios en la habitación,
escurre sangre en la mesa por tres corazones,
me dan nauseas al verlos y olerlos,
no controlo mis impulsos intestinales,
están ahí y creo los mate con pasión.
Una voz me recuerda los hechos,
reclama con rabia mi certeza,
pues dice ella que no les di esperanza
solo mate por una simple venganza,
mis manos arrancaron la vida sin compasión.
Fue asesinato o defensa propia,
solo cambia donde la mirada tenga la hipocresía,
yo solo pensé en evitar la asfixia
dice la voz que acompaña mis días,
me da miedo, porque no encuentro el lugar
para mis muertos sepultar.
Ahora soy un sepultero
que olvido sus lecturas,
por matar a los buenos o malos
no me acuerdo cual era su camino,
simplemente aniquilé su destino.