Samuel Santana

Un gran maestro

El más pobre entre los pobres,

cansado,  hambriento,

sediento y sin techo para dormir.

¿Puede dar pan y descanso?

 

Amó, se entregó, confió, y

vivió para todos.

Los caminos lo llenaron de polvo,

el viento frio secó el rostro,

el sol laceró la piel,

la madera mallugó sus manos y

la soledad lo entristeció.

Miraba como siempre,

con ojos tiernos.

 

Inigualable vida:

instructor de la paz,

de la fe, del bien y la luz.

Tocó las flores,

los rostros infantiles,

a ciegos y adoloridos.

Pero traicionado, abandonado,

entre malhechores y

sobre una cruz ensangrentada

fue su amargo final.