El alba se adelanta como puede y el barrio
la acepta, resignado.
¿Cómo se hace esta luz?
Horacio Armani, Creación del día
Mientras ocurre la soledad
por la persiana
despuntan los sonidos
su clarividencia
espejando el iris de las calles
abriendo los portones vencidos.
Y el pan cruje
en el ayuno del sueño eterno
y nos levanta hacia toda tarea
-que de cualquier modo
marchitará lo creado-
Me acompañan-entonces-
los magos del tiempo
los decretos del hacer y el haber
y en mis arcas perdidas
sin mapas de tesoro posible
las cuestiones del deseo
relegadas al fondo de su propia espera
para otra mañana imposible.
Por acá tampoco
los gatos inmortales y extenuados
de los techos
saben nada de la luz.
¿Alguien sabe?
me he sentado por siempre
del mismo lado
de mi cama amanecida
y el alba llega
sin puntos cardinales posibles
a mis ojos doloridos
hinchados y sanguíneos
por la misma grieta
que llega el oxígeno
al añorado descanso.
¡Que el tiempo me alcance!
Para las buenas intenciones del día.
Que alcancen los relojes
para los sueños pendientes
los controles médicos
-y citas afines con diferentes gurúes-
las misas de bautismo
los saltos al abismo
los cuentos nieteriles
los exámenes
los espejos
las agujas
los impuestos
los mates con mis hijos...
Y en este vicio de ordenar el tiempo
en la primera hora
llena de aflicciones y supuestos
nada hay más firme
que mi cobardía
el falso orgullo del optimista
y mis gritos castrenses
¡vaaaaamos, arriba!
Desprevenidos
los ojos llegan a la tarde
liberados de tiempo
y aún queda
el enorme silencio de tus manos.
Sandra López Paz