Están las azoteas olvidadas
desiertas y solas sin sábanas
al viento, las puertas desvencijádas
las esquinas sin faroles alumbradas
hay macetas secas no hay anónimos pintores
ni buscadores de estrellas
no hay solitarios saludando
a los extraños habitantes de azoteas
no hay sangrías ni trompetas ni
dichos ni fiestas
no hay más encuentros sin más testigo
que el viento, sin más temor a esa
puerta ahora callada, reseca.