HUELLAS
(Antes que tú te fueras
jamás imaginé esta pena)
Los días viajarán con el olvido,
dejando atrás, algunas huellas
para que mi jardín florezca
cada tarde en primavera.
Los años recorrerán mil senderos,
y yo seguiré aferrada a tu recuerdo
como siempre…
dibujándote en mis sueños,
porque es mejor pensarte cerca
antes que aceptar la pena
y la añoranza de tu ausencia.
Tus promesas quedarán en mi memoria
como sol pintado en hojas secas
que descansan maltratadas, en el suelo
hasta romperse en mil pedazos
bajo el fuerte andar de cada enero.
Pronto me visitará el otoño
tal vez con duros latigazos,
despidiendo mis sueños fatigados
y mutilando la memoria de tus besos.
Un poco de dolor, quizás sea medicina
en este hostil momento de mi vida
para sanar una a una mis heridas
en cada hoja en el suelo esparcida.
Cuando asome el arco iris
después de la tormenta,
volveré a sonreír entre azucenas
y a gritarle al mundo entero
que la pena se fue como las hojas
que se van con el viento aventurero.
En mi cuerpo, sin embargo,
aún están las huellas
de la rauda visita de tus yemas,
porque diariamente crece el grano
que esparciste en mi estancia primigenia.
Veo venir un tenue rayo, sin embargo,
vistiendo un tul de esperanza,
que hará huir la bruma que quebranta
mi alma empobrecida y fragmentada.
Nuevamente los notros se encienden
con el sol y la brisa rezongona de noviembre.
Volverán los colibríes a embriagarse
con los chilcos escarlatas de mi huerto.
Tal vez venga otro labriego,
con el tiempo oportunista
(y con la espera…)
a cultivar lo fértil de mi tierra.
Mientras tanto, con amor infatigable,
al calor de mi regazo,
alimento el fruto que dejaste olvidado.
Antes que tú te fueras,
jamás imaginé esa pena
y antes que mi hijo naciera
jamás imaginé llenarme
con la alegría que él me entrega.