Cuando llego a tu alcoba vas vestida
con tu bata de seda anaranjada;
que resalta el color de tu mirada
con su flama tan clara y desmedida.
Una vela en tu cómoda, encendida,
con su luz ilumina tu sonrisa,
de claveles, un ramo en la repisa,
da fragancia a pasión enloquecida.
El fulgor de tu frente tan radiante
va inundando la estancia de colores,
como rayos, cubiertos de esplendores,
me consumen en sueños delirantes.
En tu boca de grana nacarada,
en sus labios, cuajados de deseos,
se te nota intangible tus jadeos,
por sentir de mi amor su llamarada.
En tu cuerpo palpitan tus gemidos
que demuestran un fuego insospechable,
tus caricias, de forma indescifrable
arrebatan completos mis sentidos.
Cuando siento tu lecho bien mullido
me desbordo con ansias de tenerte,
al llegar a tu vientre y poseerte
de fracasos y penas yo me olvido.
En tus brazos consigo gloria eterna,
al tener de tus besos su dulzura;
y libando tu esencia sacra y pura,
de mi noches te vuelves su linterna.
Autor: Aníbal Rodríguez.