¡Oh, tus blancas perlas!
Alumbra los edénicos caminos,
Donde ansió rosar tus labios,
Aunque tu iconoclasta te vede.
Nunca obnubiles tu esencia,
Arrastras a tu magnánimo,
Seduces y ciegas cuando a
Tus ojos le adornan las estrellas.
El aroma a sándalo de tu badana,
Paraliza mi corazón y abres el camino;
Escaleras del celeste cielo, prueba que existe.
Traspasa la barrera de mi fastidiada alma,
Su Mano cristalina, suave como una pluma,
Donde la luna durmiese, ¡ay, que esclavo de amor!