Imaginame desnuda,
con la piel cayéndose a pedazos,
llevando los pasos colmados de lluvia,
recostada en la cama, sentada en el sillón,
en la cocina de una vieja casa, en la habitación de una ciudad ajena con las paredes blancas,
en un camino recorrido por cientos de personas, en la noche que se hace etérea; imagina los besos cuya ansia parecía eterna, las carcajadas disfrazadas de sol, piedras acompañando el camino del anhelo que viajaba hasta el cielo, regresaba al espacio, un universo cuya magia es la risa.
Cierra los ojos y escucha, saborea.
Recorda el tacto de tu dedo indice paseándose por mis costillas,
disparándole a los miedos, desvelando las caricias en los amaneceres tardíos,
el revuelo de mi cabello sobre tu rostro, el viento palpitando sobre tu espalda, respirando en tu cuello,
besando tu pecho.
Los caminos se cruzan y no es ni siquiera principio de casualidad,
es principio de querernos, de pintar con azul los mares grises,
de sumergirnos bajo un río y respirar sintiendo que el agua es aire - y es que lo es, por que con vos, todo-.
Imagina entonces el cabello húmedo,
los pies descalzos llenos de tierra,
el ombligo sucio de tanta lluvia, de tanta arena,
recuerda la risa convertida en éxtasis, la columna arqueada,
las piernas rectas, el corrientazo en el hueso sacro. Un viaje hasta la raíz.