La tarde luce triste.
Ella, mi amor; y yo, su amor
con soledad nos fuimos
y quedamos al son de la distancia,
cual lontananza compungida.
La tarde evasiva y solitaria
derramó las huellas
de seres enamorados
que sin querer dejarse
se evaporaron.
La tarde esquiva y pasiva,
y hasta morena,
dejó constancia del transitar
de caminos diferentes
que clamaban uno común.
La tarde dejó el sabor a ti,
el estigma de la pasión,
y me hizo saber
que te necesito,
que te adoro,
que te anhelo!
La tarde que tarde te hiciste,
tal vez no fue la mejor,
aunque sus destellos
iluminaron la consciencia,
la del amor
y la de los enamorados.
La tarde del sábado
no se parece a la anterior,
esa que se encumbró
y deslumbró pasión,
con las fresas de la felicidad.
La tarde, aquella que fue fría,
expresó su calor,
y ahora luce acongojada.
Habla del romance
de nuestros corazones.
Las tardes cinéticas,
una gélida y otra ardiente,
demostraron que el amor,
carece de altura.
Que es horizontal
y se hace circunstancial,
y se convierte en estructural.
Las tardes, una con café
y otra con crema,
andan nostálgicas,
porque su lírica
en su espacio temporal,
ondulan tras su autenticidad.
La tarde de las tardes,
rondan ahora,
te buscan a ti
y yo así, te espero
en mi atardecer.