Solitario me hallaba, ¡cuán letal soledad!
Contemplaba azul cielo pues buscaba una estrella
Que salvara el naufragio que dejó una querella,
Quise nueva esperanza, otra oportunidad;
Busqué un puerto seguro, otra vez libertad,
Pues no hallaba salida; vi una vana centella,
Un amor tan fingido, vana sombra de aquella
Fatua, oscura prisión, de dolor y crueldad;
Enfrenté otro desprecio, mar de inmenso dolor,
Fatuos tiempos de dicha, despiadado destino,
Un sendero de llanto y total desamor;
Me sentí tan deshecho en tan rudo camino,
Que ya nada quedaba, sino polvo de amor,
Mas llegaste de pronto: ¡y arrancaste el espino!…