El abuelo estaba enfermo,
y su nieto tomó la decisión,
de ser en aquel duro momento,
su ayuda, su guía y su bastión.
Gran enfermedad le asechaba,
el diagnostico de su salud era grave,
ocupaba atención particular,
amor y cuidado era la clave.
El joven renunció a muchas cosas,
para cuidarlo junto con su Madre,
pues aquel viejo que tanto amaba,
lo miraba como abuelo y como Padre.
Fueron días y más de un año,
dedicado a cuidados especiales,
fueron noches carreras y desvelos,
sobresaltos y viajes a hospitales.
Decidido a aliviar sus malestares,
y en tributo al tiempo compartido,
a su abuelo lo llevaba a paseos,
reviviendo en los mares lo vivido.
Aprovechaba las tardes de verano,
y al golfo viajaban con sus piolas,
en un muelle se sentaban a pescar,
mirando el movimiento de las olas.
Pero un lunes todo cambiaría,
se notaba lento su respiro,
en su lecho su vida terminaba,
y su alma al cielo en un suspiro.
Medio día y la noche entera,
en la vela el joven se mostraba,
fuerte ante el hecho y la tragedia,
fuerzas a su Madre El le daba.
La mañana llegó con su cansancio,
a dos seres velando a un ser amado,
el féretro transportado en un coche,
al cementerio donde sería sepultado.
La ataúd fue depositada,
en la tumba que luego fue sellada,
lágrimas asomaron en algunos,
reflejos de tristeza en las miradas.
Y entonces miré derrumbarse,
al nieto al despedirse de aquel Padre,
y el dolor reflejado entre lágrimas,
en un abrazo fundido con su Madre.
Que triste ver partir a quien se ama,
aunque ese viaje le alivie el sufrimiento,
pues somos humanos que sentimos,
y no borra la partida el sentimiento.
J.Moscoso.
Derechos de autor reservados.
José Antonio Moscoso Vega.
Costa Rica, Puntarenas, Corredores.
03 de enero 2017.
Un pequeña pincelada de la actitud de un joven, que con amor asumió darle cuidado a su abuelo en estado terminal. mis respetos para ti Diego.