Están los ardores de las gentes
pronunciando el cansancio de las horas;
frente a frente cara a cara,
fieros en obscuras quejumbres.
A corazones frescos el aire arde en el hastío,
al son de bullas que se tornan luces
en un casco de barbarie.
¿Quién derramará sus misericordias
en el hundimiento trunco?
¿Cuándo serán perfumadas las almas de alivios?
Jamás se ha leído el común colectivo,
la hoguera que sale de la boca del pueblo,
ni su deambulante necesidad.