NAVEGANDO POR LA VIDA
Te nombran capitán de tu navío
sin prepararte para el nuevo cargo
ni para efectuar ambages largos,
surcando, de la vida el mar bravío,
sin la tripulación ni sobrecargo.
Atrás quedó el viajero solitario
navegando sin rumbo definido,
el timón roto, a veces semihundido,
a veces disfrazado de corsario,
a veces por la niebla sorprendido.
En tu ruta cruzó aquella goleta
al mando de una bella capitana
y aproaste tu rumbo a la bocana
de un puerto que marcaste como meta;
la que fuera, por fin, tu tramontana.
Ahöra, desde el puente de tu nave
copilotada por tu capitana,
navegas con tu amor en la mesana,
que la despliega como brisa suave
buscando para ambos un mañana.
Ya no importa viento ni marejada,
ni fuertes temporales, ni tormentas,
ante la adversidad, tú te acrecientas
porque ahora sois tú y tu bienamada
a navegar en aguas turbulentas.
Ahora, navegando con acierto
a través de la brumas matutinas,
vislumbras esas luces blanquecinas
que anuncian la arribada al nuevo puerto
y el gozar de esas horas vespertinas.
Enero de 2017
Jose Cruz Sainz Alvarez