Dicen los sabios griegos
¡Pies en el suelo y mente en el cielo!
Mis pies pisan los fuegos
que brotan de tu pelo
que manan tus ojos que mirar suelo
Desde que el fotón primero
que rebotaste llegó
a mis ojos,
de agonía me muero.
Tu mirar de lleno cegó
mis abrojos.
Ahora entiendo a Santa Teresa en
éxtasis llegando a las Séptimas
Moradas para fundirse con su
amado, con su uno, contigo.
Gracias a tí entiendo la cosmogonía
numérica de Pitágoras, la música
que mece la armonía del Universo.
Asumo tu mirada esquiva, envuelta
en aureola trigueña.
Miras de soslayo tímida, consciente
de tu poder, de tu encanto.
Soy una víctima más, soy cualquiera
que ansía carne caliente que abrigar,
morada al desgaire del pasado que
fue hogar con leña.
Tu mirada callada, clara, fija pero
sin estridencias, como tus versos...
Anhelo más, pero el hiato entre tú
y yo es eterno.
Nunca fue imposible lo eterno...