Un día te lo propusiste y quisiste ser madre:
la tarea requería de mucho amor y paciencia.
Tus sentidos te decían que esa era la ocasión
dejando de lado a la niñez y la adolescencia.
Tomaste la forma de una mujer exuberante,
toda una diosa marcada en escultural figura.
Titubeabas si era seguro adoptar a la tarea:
lo cierto es que no había lucha más segura.
Y empieza probando uno, dos y hasta tres
mientras pasión hacia de tela entre gestos.
Ambos ponían alma, cuerpo para ser el ser
que el Señor con su amparo daba honesto.
Pasaron los días, los meses y hasta los años
pero nunca dejaron de amarse con fidelidad:
el premio vino cuando menos lo esperaban
y así la nombraron cual hermosa “Libertad”.