Mi perro en la puerta y mi gato en la ventana, con la mirada perdida, presienten todo sin saber en el fondo de qué se trata, en el preludio de la tragedia aulla el primero, anunciando la llegada de aquella criatura que todos temen pero todos aguardan, mi gato por el contrario conserva total calma. Guadaña en mano, túnica blanca, en los libros de cuento la dibujan de negro, hoy descubro su verdadera fachada, su mirada es fría, me observa, al extender amablemente su huesuda mano, mi pecho sufre un sobresalto, ella susurra:
- Estas condenada.
Paulina Dix