Te quise real,
tocable, amable.
De piel morena en su esplendor.
Con callos hechos de tiempo y sudor.
Muchacha de campo, te quise.
De las que destilan mieles dulces
como dulces sus piernas
de ritmos y danzas
con el contraste abrupto de sus suertes.
Con tus pies empolvados,
testigos fieles de tus andanzas;
caminos vedados,
en los que rosas débiles no pueden andar
para no ser lamidas por leones
sedientos del néctar,
génesis de la vida.
La vida, aquel botín sin sentido.
Pero sólo fue un recuerdo quererte así.
La liviandad de tu pobreza te condenó
a echar raíces en una tierra infértil
de frutos ácidos
de troncos torcidos
sobre los que diserta la ONU y busca soluciones
para cambiar los numeritos.
En fin, víctima de tu propio camino:
el que elegiste. No elegiste.