Por fin el guerrero encontró a la bestia.
La bestia al fin al guerrero encontró,
en el frío reflejo de su alma muerta
contempló en la bestia su maldición.
Observo el deseo de sus blasfemias,
creyó ver la muerte en el resplandor
de las dos pupilas de sus miserias,
en el rostro etéreo de su otro Yo.
Y por muchos años en la batalla
de espada y fuego, sin vencedor.
El guerrero firme y sin temor
portaba en mano su mejor arma:
Desenvainada de sus anhelos,
empuñadura hecha de amor,
hoja cortante de su mirada,
la que refleja su decisión.
Y por muchos años en la batalla
de espada y fuego, sin vencedor.
Bestia imponente que en su esplendor
y en su mirada mostraba agallas:
Aliento del fuego de su pasión,
alas de nombre “rabia” y “venganza”,
escamas forman una coraza,
más bien prisión de su corazón
Frente al guerrero solo un espejo,
la única fiera está en su interior.
Frente a la bestia solo un espejo,
si muere uno, mueren los dos.