Juliana Agredo

ALMA MÍA.

¡Alma! ¡Alma mía!

¿Dónde estás? 

Te he escuchado llorar a través de las paredes, de las rendijas de tu ventana.

Alma mía, ¿dónde? No te veo.

He amado a alguien,

te lo he contado sueño tras sueño, 

se me ha ido la soledad, 

ha llegado a mí un camino de flores... Oh, pero alma mía, 

cuando amas no quieres soltar, sin embargo, obsequias alas y das salida a un puente.

 

Alma mía,

se me cierran los ojos y no es posible ya dormir,

tu me has visto,

llevo las pestañas como si me hubiese sumergido a un lago o como si un río se posase en mis castaños ojos.

 

Ay, alma mía, las piernas se me retuercen y el dolor parece ser amargo, 

la noche me aturde y no me resguarda el viento.

 

Alma, no logro verte,

he tocado a tu puerta, 

tal parece hoy, te has abandonado.

 

Alma mía, ¿Dónde estás?

He escuchado tu voz, he venido a tu abrazo. 

No te veo.