En el reencuentro unas velas,
en la mesa un cincél.
En silencio las esperas.
Esculpí los poros de su piel.
Tendida en la cama mullida,
alicatado el pelo
ríe a carcajadas de la vida,
esperándome con anhelo.
¡Estoy harta! me susurró,
de amores de cenicero.
Si buscaba en este burro,
un amor simple y sincero.
Yo le dije, me aterra la soledad,
me agarró fuerte sin dejarme de soltar,
en ese momento comprendí la realidad.
Que amores esperados no se deben comprar.