Solo era cuestión de verle, para entender que era como el arte que se cuela por los ojos, hasta hacerte sentir algo que te oprimía el pecho sin razón alguna aparente.
Y ese sentimiento es inmarcesible, inevitable, solo hacía falta mirarle a los ojos para tener esa extraña sensación de poder amar sin miedo alguno por un segundo, aunque fuera a la persona equivocada.