La exaltación abyecta más salvaje del promiscuo hombre
supera los límites de espectros inexplicables,
catástrofes pluviales de cisternas derrumban altas torres
y el disparo preciso estalla en la cabeza del alce.
Forestas asfixiadas en combustión se carbonizan,
regurgitar de pútridas napas tosiendo como cráter.
En la omisión indiferente negros mitones al hueso calcinan
eventualidad previsible de iniquidad irreverente.
Misoginia de isocas carnívoras gotea el corazón pútrido,
baba lasciva en la confrontación del menú atrae manada de tiburones.
Dialogar al oído ocluso es la degeneración del orden sórdido
que defeca los andrajos donde respiran oxido las prisiones.
En la opereta del yeso se suman perros de cloacas,
máscaras panteónicas y caratulas facinerosas
exhiben la procacidad seca de criadillas al estropajo de las ratas
y fervorosos de alcoholes truecan ortigas por rosas.
Ávidos halcones rasgan silencios incurables,
profanan árboles con discriminación impenitente.
Opción de blancos pubis o senos negros de vírgenes sin enaguas,
en la posesión erecta que abarca el acto impulsivo del coito
se ausenta la seducción en el romance fálico del trono faraónico.
Los sesos del cuero se ajustan en la dilución torrentosa de la sangre,
delincuencia de rapiña expolian las terrazas con pecas que braman.
La otro raza humana queda con absurdo tajo de sable
que no enmiendan ciertos glotones embalsamadores de paja.
La maquinaria del yunque forja al hombre en su semejanza,
politeístas perversos y vengativos en oquedades solitarias
con mezquindad de gritos avergüenzan la ignorancia.
Bajó el martillo el dictamen al balance de justicia,
como un golpe de agua en la clepsidra, el manuscrito en el atril del vocero
sentenció el polvo incalculable de la brújula perdida.
La impotencia del monstruo al cadalso y los dones honrosos de alabanzas
al tráfago del pié suben las ganancias honorables ruando en sus zapatos.
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2- IGNORANDO AL SILENCIO
Pobres los que dijeron
que el sol se perdió en mi sonrisa
augurando para mi un futuro de espinas,
perseguido por la sombría penumbra
mientras los delataba su lengua funeraria/
Pobres los que opinaron
que mi luz de corazón se apagaría
igual que el herrumbre tocando
marchitas cuerdas de mi guitarra/
Los ignoré amor...
Como se ignora al silencio irreverente.
Cerré su boca intrusa de falso pregón
con sus fatigados papeles de anuncio profético y
en sus ojos ausentes les clavé mi mirada
de lanza afilada en la roca/
Sigamos amada,
la noche vehemente no perdió sus párpados,
la tarde se va clemente
con sus naranjas lucientes
y el jazmín afirma su huella de algodón/
Nuestro amor de inundación lacustre
los cubrió hasta sus rodillas débiles
y de la altura...
Qué sabe la lengua sin paladar de la altura.
Yo miro la altura
y reconozco tus planos de tierra,
Bienvenida amor
a nuestros soles surgentes.
Nuestros territorios de frutos pesados.
Doblamos los brazos de árbol
encorvando su espiga de tronco,
reinventamos la cristalina esencia
en la fricción del agua con la piedra,
a la hora ágil de un desbaratado terremoto,
que vibra en hilos desordenados del viento
cuando los cedros se enredan con tu pelo,
se resume la distancia de viejos puertos,
me asomo a las aguas de tus lagos
y raudo voy al vértigo de tu boca como el pájaro osado,
templando vuelo de temperamento
en largas alas planeadoras desplegué una lluvia de besos acopiados.
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