Llega el ocaso convertido en sombras,
veo mis pies deambular por la ciudad/
abrigo mi cuerpo con la soledad,
mientras mi rostro; oculto entre penumbras.
Busco quien abra las puertas y toco,
trato de encender luces con mi sangre/
me deshojo y me calcina la lumbre,
nadie escucha el retorno; me sofoco.
No comprendo el porqué sigo vivo,
si la noche se apago para siempre/
porque no perpetuarme en su nombre
y dormir eternamente cautivo.
En la jaula profana de tus ojos,
donde las luciérnagas se quedaron/
encendidas –diáfanas- me atraparon,
cual fotografías de tus reflejos.
Voy disfrazado en cada silüeta,
caminando detrás de mi añoranza/
borrando, cada paso, de esperanza/
que se cuela por la hendija escueta.
Rayos de luz que opacan la quimera,
aquellos perdidos besos callados/
corren por el desencanto deshojados,
cual jardín oscuro de primavera.