Te llevaste mi tiempo, amor.
Apenas recuerdo
la última vez que cayeron
-rotas en mil pedazos-
las caricias que alimentaron
mis manos,
y a las que yo,
desde el otro lado de la calle,
llamaba: poemas.
Odio obligarme a recordar:
que todo lo que había
más allá de ti,
dejó de besarme,
de enredarse en mi pelo,
de enmudecer al deseo
apartando la realidad...
Ya ni siquiera habito
los sueños
-tu espacio ocupó mi lugar-,
y ahora,
los espejos son los únicos
que reflejan la poesía
que tú abrazabas.
Te echo tanto de menos
que sigo acostándome
con tu recuerdo para poder
olvidar
esta exasperante lentitud...
¡Qué
despacio
se
deshacen
las
horas!
Sólo me queda aceptar
este abandono,
sin condenar tu egoísmo.
Morderme los labios
para que no escape el deseo
de pronunciar tu nombre.
Sacudir las sábanas de lino
para que se estrellen
contra el suelo
el roce que aún conservan
...y olvidar a aquél
que prendió fuego a la historia.
Marisa Rivero🌬