Tendida en la arena tibia
aun por ese sol de enero,
una brisa suave besaba mi rostro,
soñando con distancias lejanas
y ese cielo que en silencio me miraba,
fascinada por ese manto de estrellas,
brillante, titilante,
parecían querer desprenderse
para llegar a mis manos.
Entregada a esa inmensidad,
mis pensamientos viajaban.
de pronto las notas de un violín
parecían llorar su nostalgia.
Esa música que siempre lleno mi alma
despertó los duendes de mi fantasía.
Fui acercándome,
parecía que me deslizaba en las nubes.
Si; allí estaba él con su violín,
sus largos cabellos,
su mirada profunda,
con voz muy dulce me dice:
¡que bien que has venido!
me siento muy solo,
¡que tarde has llegado!
mañana un barco me espera,
lejos me voy ¡qué bella eres !
Me has deslumbrado,
en esta rivera volveré a encontrarte,
te digo hasta siempre.
Besó mis manos y se alejó.
Una llovizna suave mojaba mi rostro.
Me encuentro sentada en la arena húmeda.
No, no puedo creerlo,
que todo fue un sueño.
Había quedado dormida
en medio de tanta ilusión,
de nuevo la bohemia de mi alma
había engañado mi corazón.
CatalinaMaria.