Penumbra inquieta
es mi vestido negro,
que me desnuda,
luna tras luna,
ante la madrugada.
Negro vestido acechador de estrellas
para amarlas en ti…
Así mi piel, así tu piel,
son lámparas ganadas al destino.
Esta es la noche enardecida entre los dos:
¡Algarabía de espejos hacia el alba!
Ahí es cuando el reverso
nocturno de las cosas
cae sobre mi boca, sobre tu boca cae.
Porque la noche es una
ciega herida de lunas.
Las golondrinas rotas del recuerdo
giran y giran imprevisibles
alrededor de mi cintura,
rompiendo sus alas contra las mías.
¡Cuán ferviente
es la fuga de las sombras!
¿Es que acaso mi cuerpo
solamente es la noche
de las lunas vencidas que me debes?